Fui desprevenido a ver Electra.
Cuando digo desprevenido
hablo de inocencia e ingenuidad.
No sabía lo que me esperaba.
No soy un gran lector de tragedias griegas
incluso me animo a decir que nunca vi una tragedia
al menos una que generara un impacto
algún motivo para ser recordada
hasta ahora.
Quiero decir que Electra
dirigido por Marisa Bentancour es una gran clase de teatro
Deberíamos ir y aprender y aprehender todo lo que allí está condensado
Cuando hablamos de belleza
Cuando hablamos de pasión
Cuando hablamos de actuación
Cuando hablamos de ritual
Cuando hablamos de espacio
Cuando hablamos de luz
Cuando hablamos de la voz
Cuando hablamos de disciplina
Cuando hablamos de armonía
Cuando hablamos de compromiso
Cuando hablamos de riesgo.
Sé que puedo sonar exagerado pero quiere ser honesto, si hablamos de gusto-
odio referirme a las cosas por el gusto, pero sirve- no me gusta mucho la
tragedia, no me siento identificado con el ritual de los griegos, con sus
textos, simplemente no pertenece a mi mundo sensible inmediato. ¡Pero cómo
se aprende cuando uno se enfrenta a una obra de arte! Digo que Electra es
teatro porque convence, te envuelve en un ritual, en un tipo de teatro y
trabajo que, aunque no me sea propio, te mueve la estructura hasta sentir
que ese dolor sale de los propios huesos de uno. Cuando un trabajo está bien
hecho, aunque no pertenezca a nuestro abanico sensible o de interés, nos
atrapa y nos revuelca con su contundencia. Una contundencia bella de cuerpos
moviéndose mientras terribles palabras son dichas, una contundencia de
lágrimas, iras y pasiones con conflictos que nos son, aparentemente, ajenos.
La contundencia y belleza del buen teatro es la que nos acaba de pasar por
arriba.
Gracias a Marisa y a todo su equipo por hacer TEATRO.