jueves, 21 de octubre de 2010

Así la vio Jorge Arbeleche

“El espectáculo que se exhibe en el espacio Palermo, una excelente versión de Electra de Sófocles, realizada y dirigida por Marisa Bentancur es una muestra de teatro con mayúscula, ideal para estudiantes, docentes y todo público, porque refleja la vigencia de un clásico de trágica contemporaneidad: allí el tema del olvido, la memoria, la culpa y la justicia, están más evidentes que en nuestros noticieros o titulares de periódicos. Eso en cuanto a la excelencia de su adaptación y dirección, que ha sabido elegir una intérprete de voz y presencia excepcionales como es Gabriela Iribarren, figura trágica por excelencia. Pero además, debemos reparar en las impecables actitudes del coro en todas sus manifestaciones, desde las vocales hasta las coreográficas y las plásticas, que por momentos recuerdan las figuras de las cariátides y de los frisos del Partenón. El resto del elenco y los demás rubros, como la iluminación, vestuario y música acompañan una muestra del mejor teatro que se está haciendo en estos días en Montevideo. Lo recomiendo con énfasis y alegría.”



Así la vio Victoria Vera


“Nunca vi tanta belleza, tanto dolor, tanta fuerza juntas! Me emocione mucho. Una alegría ir ayer, que comunión tan fuerte, inolvidable Electra, inolvidable el coro. Un abrazo lleno de felicidad.”


domingo, 17 de octubre de 2010

Solo quedan 18 Funciones.


Así la vio Sandra Massera


“Todavía con los ecos de la vivencia de ayer...la luz dorada y rasante comienza a esculpir los cuerpos femeninos de siete mujeres echadas sobre el suelo duro de los escalones de palacio. Espacio en la gran explanada de piedra donde el aire se vuelve partícula diáfana que flota tangible sobre las siluetas claras con bordes de petróleo que sube lento hacia el centro de los cuerpos. Un brazo se levanta, como movido por un mandato interior, y otro, y otro... y da comienzo la peripecia de la heroína trágica que se resiste a ser juguete de un destino absurdo. Su máscara dulce y pesarosa y su voz de exquisitas modulaciones nos acompañarán a través de momentos intensos. El encuentro con la hermana, lleno reproches pero con un fondo fraterno; el enfrentamiento con la madre, mordaz y elusiva, pero que Electra sabe ubicar en la zona abyecta que merece; el reconocimiento del hermano y esos frágiles y desesperados puños que se agitan entre los brazos poderosos del hombre y pronto se transforman en amorosa caricia, y la sentencia de justicia final, que el idioma materno de Electra convierte en ineludible advocación.

Y rodeando, presenciando, acompañando el destino de Electra, su familia, el honroso mensajero y el lábil Egisto, seis mujeres, pueblo, vibración de la tierra, viento de carne ardorosa que reclama justicia, fuego líquido que se consume en la súplica, vientres que saben lo que es parir aunque quizá no hayan parido, pero saben... tienen el saber ancestral de la hembra que protege, escucha y no permite que los suyos sean injuriados.

Y ese gran muro oscuro que chorrea ese líquido blancuzco... ¿las grietas sangrantes del muro de palacio, que evocan la pudrición inevitable del destino de los usurpadores? ¿la certeza de que ese trono equívoco está por disolverse?¿o es la leche agriada que fluye de los pezones condenados de Clitemnestra, madre que confundió el alimento que debía dar a sus hijos?...”