domingo, 17 de octubre de 2010

Solo quedan 18 Funciones.


Así la vio Sandra Massera


“Todavía con los ecos de la vivencia de ayer...la luz dorada y rasante comienza a esculpir los cuerpos femeninos de siete mujeres echadas sobre el suelo duro de los escalones de palacio. Espacio en la gran explanada de piedra donde el aire se vuelve partícula diáfana que flota tangible sobre las siluetas claras con bordes de petróleo que sube lento hacia el centro de los cuerpos. Un brazo se levanta, como movido por un mandato interior, y otro, y otro... y da comienzo la peripecia de la heroína trágica que se resiste a ser juguete de un destino absurdo. Su máscara dulce y pesarosa y su voz de exquisitas modulaciones nos acompañarán a través de momentos intensos. El encuentro con la hermana, lleno reproches pero con un fondo fraterno; el enfrentamiento con la madre, mordaz y elusiva, pero que Electra sabe ubicar en la zona abyecta que merece; el reconocimiento del hermano y esos frágiles y desesperados puños que se agitan entre los brazos poderosos del hombre y pronto se transforman en amorosa caricia, y la sentencia de justicia final, que el idioma materno de Electra convierte en ineludible advocación.

Y rodeando, presenciando, acompañando el destino de Electra, su familia, el honroso mensajero y el lábil Egisto, seis mujeres, pueblo, vibración de la tierra, viento de carne ardorosa que reclama justicia, fuego líquido que se consume en la súplica, vientres que saben lo que es parir aunque quizá no hayan parido, pero saben... tienen el saber ancestral de la hembra que protege, escucha y no permite que los suyos sean injuriados.

Y ese gran muro oscuro que chorrea ese líquido blancuzco... ¿las grietas sangrantes del muro de palacio, que evocan la pudrición inevitable del destino de los usurpadores? ¿la certeza de que ese trono equívoco está por disolverse?¿o es la leche agriada que fluye de los pezones condenados de Clitemnestra, madre que confundió el alimento que debía dar a sus hijos?...”

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