Así la vio Francisco Simaldoni
Me reencuentro contigo ayer a través de Electra, que aún no había podido ver. La puesta, las voces, el trabajo grupal, la fina e inteligente interpretación de Electra, la profunda búsqueda de los actores para conectarse con el texto, el trabajo del coro que nunca decae, me impactaron tan positivamente, que ya he recomendado esta obra a muchas personas que sé que la apreciarán.
Emocionado aún y agradecido por el trabajo de este elenco bajo tu dirección, te escribo este breve mensaje para hacerte llegar mis felicitaciones en un cordial abrazo.
Así la vio Jorge Arias
La verdad sólo alcanza la vida cuando se yergue contra los poderes
En "Electra" tañe la campana de la memoria; y siempre es un sonido subversivo. Llama a entierro y sepultura, señala la hora fugaz, alarma: no nos deja dormir. Cada vez que Gabriela Iribarren (Electra) volvía sobre sí misma, recordamos la lucha contra el olvido de nuestras Electras.
A través de la escritura de Sófocles las actrices condujeron la acción.
Madres, esposas, hijas que lograron parir desde el silencio de su interior hasta la calle y los juzgados penales, la verdad que no puede vivir de oscuridad y olvido. Sófocles hace evidente que a la verdad no le alcanza con que la poseamos; la antorcha no debe ponerse bajo el almud.
Porque tanta verdad hay en la sumisión de Crisotemis (Vicky Rodríguez) como en los desvelos de Electra en la soledad de sus habitaciones; pero la verdad sólo alcanza la vida cuando se yergue contra los poderes, y Electra se encuentra a sí misma cuando, con toda precisión, le recuerda a Clitemnestra la razón del sacrificio de Ifigenia. Sófocles estrenó la obra Electra, según se estima por la comparación con el estilo de "Filoctetes", en plena guerra del Peloponeso con Esparta, y probablemente Atenas bajo el gobierno de los "Cuatrocientos", conservadores y proespartanos. El regreso de Orestes debió significar la rebelión de la flota bajo Trasíbulo, volver a la libertad perdida. Un estremecimiento patriótico pasa de Argos a Atenas; y sus últimos temblores llegan hasta nosotros.
Vimos el estreno de esta obra en el teatro Renascença de Porto Alegre (setiembre 2010); comprendemos ahora que el Espacio Palermo, con su sugestión de aire libre y hasta de vientos que suceden, era el escenario natural de esta puesta en escena de Marisa Bentancur, impecable, bien meditada y poderosamente comunicativa. Las gradas de la escenografía (Adán Torres) sugirieron las puertas del palacio de Argos, una plaza, unos caminos, una parte de un enorme sepulcro, lugar sagrado donde se llega con ofrendas. El coro, necesariamente femenino, debe cantar y entablar con Electra un diálogo que desprende chispas; y lo hizo ahora mejor, más al unísono y por ello más comprensible. Los personajes masculinos, Lucas Barreiro, Gustavo Suárez y Gustavo Bianchi se aproximaron satisfactoriamente al nivel requerido por la dirección.
Pero el destino quiso que esta puesta en escena de Electra, como la empresa de las Electras que mentamos al comienzo de la nota, fuera más que nada, como fue "Las troyanas", una empresa femenina. Las actrices, a través de la escritura de Sófocles y con sus méritos como intérpretes, condujeron la acción. Rosa Simonelli como Clitemnestra alcanzó la terrible estatura del personaje, y Vicky Rodríguez dio el alma de la delicada y al fin valerosa Crisotemis. Al fin, pero no lo menos, Gabriela Iribarren como Electra alcanzó el punto más alto de su ya larga y valiosa carrera de intérprete. De perfecta dicción, su voz musical sonó a la vez a himno y a verdad, como si sus palabras, nunca subidas de tono y nunca plañideras pero siempre elocuentes, vinieran del corazón, no ya de los labios, de la misma Electra.
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